Dicha semana he finalizado con las clases sobre la UD elaborada sobre bioética. Dimos paso, pues, a la realización de pruebas de evaluación.
Dividí la evaluación en dos pruebas. La primera constaba de tres debates donde en cada uno se proponía un caso práctico sobre bioética. Así pues, dispuse la clase en dos grupos, avisando con anterioridad a los alumnos sobre a qué grupo pertenecían: al de los que estaban a favor de un determinado caso o al de los que estaban en contra. Dicha primera prueba suponía un 20% de la nota.
La segunda parte de la evaluación se trataba de una reflexión personal sobre otro caso práctico sobre la UD, donde deberían mostrar todo lo aprendido, además de su propia opinión. Por último, esta prueba contaba el 80% restante de la nota.
Aunque desde un primer momento les resultó dificultoso mostrar a favor o en contra de un determinado argumento impuesto, comprendieron la importancia a la hora de construir argumentos y parecieron divertirse. Mi interés recaía esencialmente en la necesidad de saber construir y comprender los argumentos contrarios a una opinión personal. De los cuarenta y seis alumnos en total, sólo un número de cinco alumnos no participó en los debates y sólo dos no se presentaron a la prueba escrita.
Descubro interés en los alumnos, a los que he llegado a escuchar en el recreo, durante los descansos, debatir sobre temas expuestos en clase. La semana próxima llevaré a cabo un análisis sobre la comprensión del temario reflejado en las notas.
Por último, acudo a una tutoría de uno de los cursos a los que imparto mi UD, 1ºBAHH, con la profesora de lengua y literatura, debido a que mi tutora no la tutoría de ningún curso. Reconozco de especial interés dicha hora, donde se exponen los problemas de grupo y tratan de resolverse entre todos.
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