Es verdad que al estudiar
la filosofía de un autor comenzamos a conocerlo a él mismo. Sin embargo, si
ahondamos en su vida, en sus experiencias y en las circunstancias en las que se
vio envuelto, somos más capaces de situarnos, de entender las causas que lo
incitaron a pensar como pensaba, de ser empáticos y de acercarnos: hacerlo
humano, real, como todos nosotros.
Así que esta segunda
entrada, después de conocer el existencialismo (corriente filosófica a la que
perteneció Simone de Beauvoir), la dedicaremos a hablar sobre la biografía de
nuestra autora. ¡Comencemos!
Biografía y Obra de Simone
de Beauvoir
Simone de Beauvoir nació
en París el día 9 de 1908, en el mismo lugar donde fallecería el 14 de abril de
1986, a la edad de 78 años. Vivió en el seno de una familia de la burguesía
católica.
Finalizó tempranamente su Licenciatura en Filosofía, a los 21 años. Conoció en 1929 a Jean-Paul Sartre en La Sorbona, cuando ambos ejercían como profesores de filosofía, quien fue, según confirmó ella, "el acontecimiento fundamental de mi existencia". Estuvieron unidos intelectual y sentimentalmente hasta que Sartre falleció en 1980. Con él llevó a cabo una serie de principios basados en su concepción de la mujer y de la pareja.
Es
profesora de filosofía hasta 1943, año en que fue expulsada de
la Educación Nacional tras ser denunciada por la madre de una de las
numerosas alumnas a las que sedujo desde su cátedra. Después trabaja como
redactora de la revista Tempes modernes, dirigida por Sartre. Su
filosofía, el existencialismo y su compromiso político
de izquierdas entraron en crisis ante las consecuencias de la II
Guerra Mundial. Se le reprocha el nulo compromiso tanto suyo como de Sartre en
favor de la Resistencia contra la ocupación alemana.
En su primera novela, La invitada (1943), trató los dilemas existencialistas de la libertad y la responsabilidad individual, que seguirán apareciendo en novelas posteriores como La sangre de los otros (1944) y Los mandarines (1954), por la que consiguió el Premio Goncourt.
Sus tesis
existencialistas aparecen también en sus obras autobiográficas, entre las que
destacan Memorias de una joven de buena familia (también
conocida como Memorias de una joven formal) (1958) y Final
de cuentas (1972). Entre sus ensayos destaca El segundo sexo (1949), análisis que se ha convertido en la
piedra angular del feminismo, y que examina, desde una perspectiva
histórica, social y filosófica, la alienación de la mujer. Fue al cumplir los
40 cuando Simone empieza a plantearse cómo había vivido "el hecho de ser
mujer". Y aunque reconoce "no haber tenido nunca sentimiento de
inferioridad ni que la feminidad fuera una carga para ella", sí ha visto
que muchas mujeres sienten haber vivido como "seres relativos". De
estas cuestiones nace 'El segundo sexo', que se articula en dos tomos: 'Los
hechos y los mitos' y 'La experiencia vivida'. Defendió el trabajo como la
"única manera que garantiza a la mujer una libertad concreta", pues
gracias a él la mujer puede franquear "en gran parte la distancia que le
separa del hombre". La filósofa que se adelantó veinte años a
la revolución sexual.
Autora
de La vejez (1970), sobre el proceso de envejecimiento, en
1981 publicaría "La ceremonia del adiós" en la que se ofrece una
controvertida visión de sus relaciones con el escritor Jean-Paul Sartre.
«Si somos iguales, seremos más libres», escribió Simone de Beauvoir, mito del feminismo, abanderada del existencialismo europeo más puro, defensora de la mujer como identidad propia, desligada de un sistema que, en la época en la que le tocó vivir, oprimía y relegaba al «segundo sexo» a la condición de esposa, madre, hija. Siempre un papel secundario, privado de libertades, ahogado y sin voz. Beauvoir se alzó como símbolo de la igualdad, respaldando sus teorías más sólidas, que sostenían que «la mujer no nace, se hace», con un estilo de vida independiente, coherente con su manera de ver el mundo.
Simone de Beauvoir no sólo es un hito del feminismo y de la libertad de las mujeres, sino de la libertad del ser humano en sí. Hoy la recordamos como la madre de las manifestaciones del sexo femenino en pro de sus derechos, pero, sin embargo, deberíamos recordarla, como a muchos existencialistas, como los padres de la libertad individual.
Vivió una vida revuelta, inspiradora para cualquier mujer, ejemplo de la ruptura de las malas costumbres culturales que sitúan a la mujer como subordinada al hombre. Sin duda, se rebeló ante su sociedad y se adelantó a su época. Hoy en día le debemos las gracias por sus grandes aportes que permiten que la mujer despierte de su letargo y comprenda que debe forjar su identidad, equiparable al hombre. Y, de igual manera el hombre debería agradecerle la posibilidad de liberarse de la dependencia que a su vez posee.
Sus aportaciones principales
«Si somos iguales, seremos más libres», escribió Simone de Beauvoir, mito del feminismo, abanderada del existencialismo europeo más puro, defensora de la mujer como identidad propia, desligada de un sistema que, en la época en la que le tocó vivir, oprimía y relegaba al «segundo sexo» a la condición de esposa, madre, hija. Siempre un papel secundario, privado de libertades, ahogado y sin voz. Beauvoir se alzó como símbolo de la igualdad, respaldando sus teorías más sólidas, que sostenían que «la mujer no nace, se hace», con un estilo de vida independiente, coherente con su manera de ver el mundo.
Simone de Beauvoir no sólo es un hito del feminismo y de la libertad de las mujeres, sino de la libertad del ser humano en sí. Hoy la recordamos como la madre de las manifestaciones del sexo femenino en pro de sus derechos, pero, sin embargo, deberíamos recordarla, como a muchos existencialistas, como los padres de la libertad individual.
Vivió una vida revuelta, inspiradora para cualquier mujer, ejemplo de la ruptura de las malas costumbres culturales que sitúan a la mujer como subordinada al hombre. Sin duda, se rebeló ante su sociedad y se adelantó a su época. Hoy en día le debemos las gracias por sus grandes aportes que permiten que la mujer despierte de su letargo y comprenda que debe forjar su identidad, equiparable al hombre. Y, de igual manera el hombre debería agradecerle la posibilidad de liberarse de la dependencia que a su vez posee.
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